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domingo, 29 de julio de 2012

Y las cosas pequeñas, algún día, serán grandes

Tumblr_m6pjx2224i1rxaakgo1_500_largeHace tiempo encontré un botón. Y me enamoré. Sí, puede sonar estúpido y créeme, más estúpido me lo parece a mí. Pero nadie dijo que algo estúpido, tonto e insignificante no pudiera ser perfecto, maravilloso  y a la vez increíble.
Ocurrió hace semanas, meses quizá. He perdido la cuenta. Fue aquella tarde, cuando intentaba esconderme inútilmente de la lluvia bajo un paraguas de colores. Era un día frío y llovía a más no poder. Un día con nubes, un día de truenos, rayos, uno de esos días con sabor a café. No había vida en el cielo. Alguien ahí arriba debía estar muy enfadado.
Miré mis botas. El agua se extendía bajo ellas y tuve ganas de saltar y salpicar el mundo, de ponerle un final feliz a aquel día tan triste. Pero no lo hice. No lo hice porque estaba ahí. Pequeño, insignificante, azul, mirando el mundo con cuatro ojos ciegos, bajo la lluvia de febrero. Un botón. Como otro cualquiera, o al menos, eso era al principio. Me agaché para cogerlo, justo cuando un pequeño riachuelo iba a llevárselo. Pero lo agarré entre mis dedos a tiempo, y luego, una gota cayó sobre mi mejilla. Pero no, yo no lloraba, era feliz. Alguien ahí arriba debía estar muy triste.
Era azul, azul como el mar, como el color del mar en el día más soleado del mundo. Y, aunque esté loca, parecía que brillara. Lo guardé en mi mano mientras la lluvia caía, mientras a cada gota que bajaba desde el cielo, yo pensaba que era la mayor estupidez que jamás había pensado.  La gente pasaba y por suerte, mis pensamientos no se escuchaban- o eso esperaba. Y, mientras más y más charcos me salpicaban- mientras personas con prisa pasaban- vi al fondo la silueta de un chico cabizbajo. ¿Triste? ¿Estará triste en un día triste? Pensé, y casi me olvido en el botón. Poco a poco se acercó. Vestía nieve, vestía cielo. Y justo cuando vi que buscaba entre los charcos, lo supe.
-¿Buscas un botón?
-Exacto, ¿cómo lo has…?- dijo con una sonrisa de aquí a Plutón. Una sonrisa que se llevó a la mía consigo.
Y le vi. Eran azules, como el mar, como el color del mar en el día más soleado del mundo. Y, aunque esté loca, esta vez no hablaba de botones. Hablaba de sus ojos. De cómo sonrió al haber encontrado su botón- y quizá algo más- en el día más triste de la Tierra. Su pelo se revolvía. Parecía como si brillara el sol sobre él, y a la vez pasara un huracán. Su pelo se revolvía, como un campo de trigo revuelto sobre su frente.
Entonces supe que aquel botón había alegrado mi vida. Que no necesitaba nada más grande, menos estúpido. Y pensé que alguien había colocado ese botón, para mí.
Y me di cuenta de que entonces, hubo vida en el cielo, en el mar, en las estrellas y desde entonces, hubo vida en mí.
Lo pequeño, fue grande de repente. Desde entonces, ya no era yo, era yo, y era él, y ese botón lo había querido.
¿Cómo pudo algo tan pequeño hacer eso de mí? 
Paloma

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