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martes, 17 de enero de 2012

Perdida entre estrellas de acuarela

  Salió solo, en medio de la noche. Simplemente dijo que quería ordenar todo, aunque no dijo exactamente el qué.  No dio más explicaciones. Sin más, dejó que sus pasos le guiaran. Una oscuridad profunda le rodeaba y se colaba en su corazón por las grietas que ya había en él. Miró al cielo y solo encontró la noche; la noche, las estrellas y la luna. Y no pudo evitar sentirse pequeño, aunque no lo fuera. Se dejó caer bajo un árbol; su copa le tapaba el universo. Ya no había estrellas para él, quizás porque la única estrella de su vida se había marchado para siempre. Allá al fondo, la luna se atrevía aún a burlarse de él reflejada sobre el agua del lago. La miró; dos pequeñas gotas caían de sus ojos temblando, estando tan cerca una de otra y sin poder encontrarse. Entonces se sintió estúpido. Él nunca la había visto llorar, solo dibujar sonrisas de colores con pinceles gastados, en cualquier parte, en cualquier estrella, incluso en la misma luna que aún se atrevía a seguir sonriendo aunque ya no hubiese nadie que pintase sobre ella. Se burló de él- al menos eso creía-  y toda la noche que había en su interior se volvió huracán. Ya no lloraba, no, ya no. Corrió hacia el lago, saltó sobre el agua e hizo de la luna mil pedazos a sus pies, como alguien había echo antes con su corazón, al llevársela a ella . Solo entonces, cuando miró al cielo y la vio allí, alegre como antes, supo que ella seguiría con él, pintando sonrisas de vez en cuando a la luna, solo que ahora lo haría desde el cielo; perdida entre estrellas de acuarela.
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Paloma

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