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domingo, 25 de diciembre de 2011

Los días pasan como años cuando estoy sola.

X_da00b881_largeTe extraño tanto que ya no sé si el tiempo se mide en horas, minutos o lágrimas. Porque, ¿sabes que fue lo peor de que te fueras? Que te llevaras ese pedacito de mí contigo al decirme que a pesar de que lo único que quedaría serían tus pisadas en la arena nunca ibas a dejar de quererme. Y ahí fue cuando me di cuenta de todo. Me di cuenta de que era posible amar a alguien hasta explotar, y seguir haciéndolo con cada uno de los trozos de un corazón roto; caí en que tus huellas no se borrarían nunca de la playa ni de mis recuerdos, que siempre ibas a estar ahí aunque nunca lo estaras; y es que eras tú, eres tú, porque aunque estuvieras en la luna, hablaría con las estrellas para que me contaran como te va, les preguntaría si se te siguen sonrojando las puntas de las orejas si te pones nervioso y si alguna vez hablaste de mí. 
  Pero, a pesar de todo el dolor, me siento afortunada, porque aún sigo sintiendo este calor dentro  de mi pecho cuando pienso en ti, porque sé que estás y que mi corazón no late solo, que su mitad está, lejos, pero está. Y me siento afortunada porque cuando me siento sola no tengo más que pensar en ti, y tu recuerdo me arropa y me susurra al oído. Porque yo te encontré, tú eres mi otro yo, mi media naranja, mi alma gemela o como lo quieran llamar, pero te encontré y conocí lo que es la felicidad, lo que es tocar las nubes sin querer, y eso es algo que nada ni nadie me puede quitar.

Carmen

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